Los Complejos y el Inconsciente de C.G. Jung
Artículo "La teoría de los complejos" extraído de la obra "Los Complejos y el Inconsciente" (L'homme à la decouverte de son âme) de Carl Gustav Jung. Traducción de Jesús López Pacheco. Comentarios y negrita por Sergi Ferré Balagué.
Carl G. Jung (1975-1961) |
A lo largo de los ocho años de mi actividad docente en la Universidad tuve que convenir que la instrumentación médico-psiquiátrica, con la que se intentaba penetrar la psicología de las neurosis, no procuraba sino apreciaciones muy limitadas sobre la naturaleza del alma enferma. La enfermedad se hacía visible, sí; pero lo que estaba afectado por la enfermedad seguía en las tinieblas. Se presuponía entonces tácitamente una psique normal, de la qué algunos creían conocer más o menos la complexión. Pero cuanto más me esforzaba por penetrar la naturaleza del alma, más dudaba de saber realmente lo que podía ser esta psique normal. Para adquirir una idea general de la naturaleza de lo psíquico era preciso remontarse muy lejos en la historia del desarrollo de la conciencia y había que utilizar la experiencia humana en toda su amplitud para corregir la estrechez del punto de vista personal. Por eso mi último curso en la Universidad trató de la Psicología de los primitivos, con la que, por otra parte, no había tenido todavía personalmente contactos directos. Ciertas dudas relativas a mi competencia me empujaron en 1913 a renunciar a mi enseñanza universitaria, tanto más cuanto que yo deseaba ser libre para realizar todas las iniciativas que proyectaba con objeto de llenar las lagunas de mi experiencia.
Jamás he sido víctima de la ilusión de que las universidades se interesan por la psicología moderna; tampoco había pensado en absoluto en una actividad de docencia pública, excepción hecha de alguna conferencia ocasional pronunciada ante un auditorio cultivado. Ha sido la amistosa sugerencia de un miembro del cuerpo docente de la Escuela Politécnica Federal lo que me ha dado la idea de reanudar mi actividad profesoral anterior, si bien en un marco distinto.
La psicología y la física modernas tienen la característica común de ser más importantes y más significativas por sus métodos que por sus objetos; su método está más pleno de esperanzas cognoscitivas que el objeto al que se aplica. El de la psicología, la psique, es, en efecto, de una diversidad, de una indeterminación y de una indelimitación tan profundas que los datos que nos llegan de él son necesariamente difíciles, incluso imposibles de interpretar; los hechos establecidos, en cambio, como respuestas a las concepciones, a las consideraciones y a los métodos concomitantes representan, o al menos deberían representar, magnitudes conocidas. La investigación psicológica parte de factores más o menos empíricos, más o menos arbitrarios, y observa a la psique precisamente mediante el registro de las modificaciones de estas magnitudes. Por este hecho lo psíquico aparece bajo el aspecto de una perturbación aportada en un comportamiento probable y previsto por el método empleado. El principio de este procedere es, cum grano salis, el método mismo de las ciencias de la naturaleza.
"Marnie" (A. Hitchcock, 1964) (1) |
Estas constataciones han sido hechas principalmente con ocasión de experiencias de asociaciones: en el conjunto de la experiencia el objeto primitivo del método, a saber, el establecimiento de la velocidad media de las reacciones y de sus cualidades, queda relegado, como un subproducto relativamente accesorio, por el comportamiento autónomo de la psique y por la asimilación, que perturban de raíz el método y ofrecen resistencia a la investigación emprendida. Es esto lo que me puso en la vía del descubrimiento de los complejos afectivos, cuyos efectos eran registrados hasta entonces siempre como ausencias de reacción.
Etienne Bonnot de Condillac |
Estas aclaraciones no ponen en cuarentena el principio y el valor mismo de la experiencia; critican y limitan solamente su alcance. En el dominio de los procesos psicofisiológicos—por ejemplo, percepciones sensoriales o reacciones motrices—predomina el puro mecanismo reflejo; pues siendo la intención experimental con toda evidencia inofensiva, no se produce asimilación; o bien, si se produce, es mínima y no altera seriamente la experiencia. En la esfera de los procesos psíquicos complicados, en cambio, ningún dispositivo de experiencia garantiza que no nos saldremos del marco de las posibilidades consideradas y bien definidas.
La asignación de fines específicos aporta al sujeto una seguridad tranquilizadora que aquí falta; como contrapartida surgen posibilidades indefinidas que desencadenan, a veces desde el principio, una situación de experiencia particular a la que se llama constelación. Esta noción expresa que la situación exterior estimula en el sujeto un proceso psíquico marcado por la aglutinación y la actualización de ciertos contenidos. La expresión «está constelado» indica que el sujeto ha adoptado una posición de expectativa, una actitud preparatoria que presidirá sus reacciones.
La constelación es una operación automática, espontánea, involuntaria, de la que nadie puede defenderse. Los contenidos constelados responden a ciertos complejos que poseen su propia energía específica.
Charles M. de Talleyrand |
Cuando la experiencia en curso es la de
asociaciones, los complejos manifiestan en general su presencia por una
influencia acusada: perturban las reacciones prolongándolas o, en casos
muy raros, provocan, para disimularse, un cierto modo de reacción,
perceptible por el hecho de que ésta no corresponde ya al sentido de la
palabra inductora. Los sujetos que se prestan a la experiencia y que son
cultos y están dotados de una fuerte voluntad pueden, gracias a su
habilidad motriz, a su virtuosismo verbal, responder en un breve tiempo a
una palabra inductora crítica que atrapan, por así decirlo, al vuelo,
esquivando su sentido al deshacerse de ella con rapidez. Pero esta
semiprestidigitación sólo triunfa si hay secretos personales de
importancia real que deben ser protegidos. El arte de un Talleyrand de
disimular los pensamientos con palabras no es patrimonio sino de un
pequeño número. Los sujetos no inteligentes—y entre ellos, en
particular, las mujeres— se defienden mediante lo que se llama
calificativos de valor, lo que puede llevar con frecuencia a resultados
cómicos. Los calificativos de valor expresan, en efecto, matices del
sentimiento, como bello, bueno, amable, dulce, gentil, etc. En la
conversación corriente ciertas personas—es bastante frecuente—lo
encuentran todo interesante, encantador, bueno, bello, formidable (y en
inglés, fine, marvellous, grand, splendid y, sobre todo, fascinating);
estas expresiones tienen por misión cubrir y ocultar una ausencia de
interés por parte de quien las pronuncia o mantener al objeto así
calificado a una respetuosa distancia de su persona. La gran mayoría de
los sujetos sometidos a la experiencia no pueden impedir que sus
complejos se aferren electivamente a ciertas palabras inductoras,
dotándolas de una serie de síntomas de perturbación, en particular de un
tiempo de reacción prolongado. Se puede proceder a esta experiencia
asociándole medidas de resistencias eléctricas, utilizadas por primera
vez para este uso por Veraguth, ya que el fenómeno reflejo, llamado
psicogalvánico (4), proporciona nuevos indicios sobre las reacciones
perturbadas por los complejos. La experiencia de las asociaciones
presenta un interés general; realiza, con una gran sencillez, más que
cualquier otra experiencia psicológica, la situación psíquica particular
en el diálogo, permitiendo, además, una determinación aproximativa de
las proporciones y de las cualidades. La pregunta, en forma de frase, es
reemplazada por una palabra inductora vaga, ambigua y, por ello mismo,
singularmente sospechosa, y, la respuesta, por la reacción en una sola
palabra. Una observación precisa de las perturbaciones de la reacción
revela y permite registrar estados de conciencia que el individuo cuida
que pasen en silencio en la conversación habitual; se constatan así
trasfondos secretos, hechos precisamente de estas disposiciones y de
estas constelaciones a las que antes aludía. Lo que se produce en el
curso de la experiencia puede tener lugar también en cualquier
conversación, en cualquier diálogo. Aquí y allá preexiste una situación
particular, una «situación de experiencia», susceptible, en ocasiones,
de constelar (5) complejos que «asimilan»—es decir, que falsean y obnubilan
en la mente del sujeto acomplejado—el objeto de la conversación o
incluso la situación en su conjunto, incluidos los interlocutores en
presencia. Por este hecho, la conversación pierde su carácter objetivo y
se aparta de su objeto, pues la constelación de complejo crea la
confusión en el sujeto interrogado, estorba su intención, embrolla sus
pensamientos, incitándole a veces incluso a respuestas de las que luego
no logra acordarse. La criminología, como ya hemos dicho, se aprovecha
prácticamente de este estado de cosas en el interrogatorio cruzado. En
nuestra experiencia, lo que pone al desnudo y localiza las lagunas del
recuerdo es la prueba de la repetición: se le pide al sujeto, por
ejemplo, después de cien reacciones, que repita la asociación que ha
dado a cada una de las palabras inductoras que vuelven a presentársele
sucesivamente. Las lagunas y las falsificaciones del recuerdo se
concentran con regularidad y por término medio en los dominios
asociativos perturbados por los complejos.
Con toda intención no he hablado hasta ahora de
la naturaleza de los complejos; he supuesto tácitamente que era
conocida, ya que la palabra «complejo », en su sentido psicológico, ha
pasado a la lengua alemana y a la lengua inglesa corrientes. Todos
sabemos hoy «que tenemos complejos». Pero el que los complejos puedan
«tenernos» es una noción que no por estar menos difundida tiene menos
importancia teórica.
La unidad de la conciencia—equivalente a la «psique»—y la supremacía de la voluntad, poseídas a priori sin examen, están seriamente puestas en duda por la existencia misma de los complejos. Toda constelación de complejos suscita un estado de conciencia perturbado: la unidad de la conciencia viene a faltar y la intención voluntaria resulta, si no imposible, sí por lo menos seriamente estorbada. También la memoria, como hemos visto, se ve a menudo muy afectada por ellos. Es preciso concluir que el complejo es un factor psíquico que posee, desde un punto de vista energético, una potencialidad que predomina, en algunos momentos, sobre la intención consciente; sin ello, semejantes irrupciones en el orden de la conciencia no serían posibles. De hecho, un complejo activo nos sume durante un tiempo en un estado de no libertad, de pensamientos obsesivos y de acciones forzadas, estado que se relaciona en ciertos aspectos con la noción jurídica de responsabilidad limitada.
¿Qué es, pues, científicamente hablando, un «complejo afectivo»? Es la imagen emocional y vivaz de una situación psíquica detenida, imagen incompatible, además, con la actitud y la atmósfera conscientes habituales; está dotada de una fuerte cohesión interior, de una especie de totalidad propia y, en un grado relativamente elevado, de autonomía: su sumisión a las disposiciones de la conciencia es fugaz y se comporta en consecuencia en el espacio consciente como un corpus alienum, animado de una vida propia. A costa de un esfuerzo de voluntad se puede reprimir, de ordinario, un complejo, tenerle en jaque; pero ningún esfuerzo de voluntad consigue aniquilarlo y reaparece, a la primera ocasión favorable, con su fuerza originaria. Investigaciones experimentales parecen indicar que su curva de actividad o de intensidad es ondulatoria, con una longitud de onda que puede variar desde algunas horas o algunos días hasta algunas semanas. Esta cuestión, tan complicada, no ha sido elucidada todavía.
A los trabajos de la psicopatología francesa, y en particular a los de Pierre Janet, debemos el que hoy conozcamos las vastas posibilidades de escindirse que tiene la conciencia. Janet y Morton Prince han logrado realizar escisiones en cuatro o cinco personalidades diferentes; se constató, en tales ocasiones, que cada una de estas parcelas de personalidad posee una componente de carácter y una memoria propias. Estas parcelas existen juntas, relativamente independientes unas de otras, y pueden en todo momento turnarse mutuamente; es decir, que cada una posee un alto grado de autonomía. Mis constataciones sobre los complejos vienen a completar esta apreciación un tanto alarmante de las posibilidades de desintegración psíquica, pues, en el fondo, no hay ninguna diferencia de principio entre una personalidad parcelaria y un complejo. Tienen en común caracteres esenciales, y la cuestión delicada de la Conciencia parcelaria se plantea en los dos casos.
Kobold, espíritu que había en las casas |
"Psicosis" (Hitchcock, 1960) |
Un exorcismo en 1976 (7) |
Sin esfuerzo se ve que la concepción moderna corriente considera el problema dando por sentado el hecho de que el complejo ha sido inventado e «imaginado» por el paciente, y que, por consiguiente, no existiría si el enfermo no se tomara el trabajo de darle, de forma en cierto modo intencionada, vida. Se ha establecido, por el contrario, que los complejos—esto está fuera de duda— poseen una autonomía notable, que los dolores sin fundamento orgánico, es decir, considerados imaginarios, son tan dolorosos como los dolores legítimos, y que una fobia patológica no tiene la menor tendencia a desaparecer, aunque el enfermo en persona, su médico y hasta los usos lingüísticos aseguren que no es más que imaginación.
Orestes perseguido por las Furias 1862 |
Para empezar es difícil de comprender por qué el miedo incita a la conciencia a hacer entrar los complejos en el marco de su propia actividad. Los complejos parecen de tal insignificancia, de una futilidad tan ridícula, que inspiran vergüenza y disgusto y todo es bueno para ocultarlos. Sin embargo, si fueran en realidad tan fútiles, ¿podrían ser al mismo tiempo tan penosos? Es penoso lo que causa un tormento, un disgusto; esto atestigua ipso facto una cierta importancia, que no debería considerarse una bagatela. El hombre tiene demasiada tendencia a proclamar irreal, siempre que se puede, todo lo que le molesta. La explosión de la neurosis indica el momento preciso en que los medios mágicos y primitivos del gesto apotropeico y del eufemismo resultan impotentes. A partir de ese momento el complejo se establece en la superficie de la conciencia; no es ya posible evitarlo. Y, al manifestarse, asimila paso a paso a la conciencia del yo, al igual que ésta se esforzaba en el pasado por asimilar al complejo. Su dominio engendra, en definitiva, una disociación neurótica de la personalidad.
un esqueleto en el armario |
La tendencia a incorporarse, a asimilar los complejos, con objeto de vaciarlos de su realidad, bien lejos de probar su nada atestigua su importancia. Es una confesión negativa del temor instintivo acusado por el hombre primitivo en presencia de cosas oscuras, invisibles y que se mueven por sí mismas. Este temor surge en el primitivo con la caída de la noche; igualmente, los complejos, en el hombre civilizado, ensordecidos durante la jornada por el ruido de la vida, alzan su voz durante la noche con más fuerza, impidiendo el sueño o turbándolo con pesadillas. Los complejos son, en efecto, objetos de experiencia interior a los que no se podría encontrar en plena luz, en la calle ni en la plaza pública.
La Epopeya de Gilgamés |
El temor al complejo es un poste indicador falaz; alejándose del inconsciente lleva siempre a la conciencia. Apenas existe individuo que, hallándose en su sano juicio, esté dispuesto a convenir—tan desagradables son los complejos— que las fuerzas instintivas que los alimentan pueden contener algo de provechoso. La conciencia se convence siempre de que los complejos son incongruentes y de que deben ser eliminados. A despecho de la abundancia aplastante de testimonios de toda clase que prueban la universalidad de los complejos, se siente repugnancia a acreditarlos como manifestaciones normales de la vida. El temor al complejo es un prejuicio poderoso, habiendo sobrevivido la aprensión supersticiosa a lo nefasto, sin sufrir daños, al racionalismo del «siglo de las luces». Este temor opone al estudio de los complejos una resistencia esencial que, para ser superada, exige una resuelta decisión.
Gottfried Wilhelm Leibniz |
La teoría freudiana es una descripción fiel de experiencias reales, descubiertas a lo largo de la investigación de los complejos. Pero como ésta no puede hacerse sino en forma de diálogo, la elaboración de las concepciones es función no sólo de los complejos de uno de los interlocutores, sino también de los del otro. Todo diálogo que se aventura en estos dominios poblados de angustias y de resistencias aspira a lo esencial; al incitar al sujeto a la integración de su totalidad, obliga también al interlocutor a afirmarse en su integridad, en su totalidad, sin la ayuda de la cual sería vano querer llevar la conversación a esos trasfondos sembrados de asechanzas. Ningún sabio, por objetivo que sea y por desprovisto de prejuicios que esté, se encuentra en condiciones de prescindir de sus propios complejos, pues éstos gozan en él de la misma autonomía que en cualquiera. No puede prescindir de ellos, porque le son inherentes; forman parte de una vez para siempre de su constitución psíquica; ésta, en su determinación, es a priori una limitación, un prejuicio para cada individuo. Su constitución, para un observador determinado, decide sin apelación la concepción psicológica que hará suya. La limitación ineluctable de toda observación psicológica es que no es válida más que si tiene en cuenta la ecuación personal del observador.
Sigmund Freud (1856-1939) |
La psicología moderna—estos hechos lo demuestran—se ha aventurado en la investigación de los complejos en un dominio psíquico tabú, rico de una multitud de temores y de esperanzas. La esfera de los complejos es, propiamente, el foco de las perturbaciones psíquicas; sus conmociones son de tal amplitud que la investigación psicológica futura no puede esperar sino para mucho más adelante entregarse tranquilamente a un sabio y silencioso trabajo, que presupone un cierto consensus científico, un acuerdo tácito sobre las hipótesis básicas. Ahora bien, la psicología de los complejos está todavía hoy muy lejos de una comprensión general, más aún, a mi parecer, de lo que creen los pesimistas. Pues el poner al descubierto tendencias incompatibles no desvela más que un sector del inconsciente y no precisa más que una parte de la fuente de angustia.
Todos recordamos la tempestad de indignación que se levantó por todas partes cuando los trabajos de Freud comenzaron a difundirse. Estas «reacciones acomplejadas» han obligado al sabio a un aislamiento que le ha valido, así como a su escuela, reproches de dogmatismo. Todos los teóricos de este campo psicológico corren el mismo peligro, pues abordan aquello que no está dominado en el hombre, lo numinoso, para emplear la notable expresión de Otto. La libertad del yo cesa en las proximidades de la esfera de los complejos, potencias psíquicas cuya naturaleza última es todavía desconocida. Cada vez que la investigación logra penetrar un poco más en el tremendum psíquico, se desencadenan siempre en el público reacciones análogas a las de los pacientes invitados, por motivos terapéuticos, a atacar la intocabilidad de sus complejos.
Esta exposición de la teoría de los complejos puede evocar en el oyente no experto la descripción de una demonología primitiva y de una psicología del tabú. Esta singularidad está relacionada con el hecho de que la existencia de complejos, es decir, de fragmentos psíquicos escindidos, es un residuo notable del estado de espíritu primitivo. Dicho estado es de una disociabilidad elevada, que se expresa, por ejemplo, en el hecho de que los primitivos admiten con frecuencia varias almas —en un caso especial, hasta seis—, junto a las cuales también existe una pluralidad de dioses y de espíritus; los primitivos no se contentan como nosotros con hablar de ellos: estas almas, estos espíritus, encarnan casi siempre para ellos experiencias psíquicas de lo más impresionante.
Nosotros utilizamos—subrayémoslo—la idea de «primitivo» en el sentido de «originario», sin hacer alusión al menor juicio de valor. Cuando hablamos de «residuo de un estado primitivo» no queremos decir que este estado debe terminar necesariamente, en plazo más o menos largo. No podemos aducir motivo en favor de su desaparición antes de la extinción de la humanidad. El estado, el residuo de la mentalidad primitiva en nosotros, no se ha modificado mucho, se ha reforzado al menos hasta hoy incluso desde la guerra mundial. Me siento, pues, inclinado a suponer que los complejos autónomos constituyen manifestaciones normales de la vida y que presiden la estructura de la psique inconsciente.
Me he limitado a presentar aquí los hechos fundamentales y esenciales de la teoría de los complejos. Habría que perfeccionar esta incompleta imagen exponiendo los problemas generados por el descubrimiento de la existencia de los complejos autónomos. Se trata de tres cuestiones capitales: un problema terapéutico, un problema filosófico y un problema moral; los tres están en discusión.
Notas de Sergi Ferré:
1) La película "Marnie" (así como buena parte de la filmografía de Hitchcock) está muy influenciada por las ideas psicoanalíticas de moda en su época. Aquí el personaje de Mark Rutland somete a la protagonista al experimento de la asociación de ideas de Sigmund Freud, con el que consigue localizar una reacción emocional desproporcionada frente a una palabra que Marnie conecta espontáneamente con un trauma vivido.
2) Jung habla aquí de los métodos empíricos que se utilizaba como médico psiquiatra y neurólogo, que se dedicaban a medir el tiempo de respuesta emocional y de resistencia eléctrica en base a métodos experimentales como la asociación de ideas o la exposiciones a sugestiones emocionales.
3) De apropiarse, absorber... "Es decir, que falsean y obnubilan en la mente del sujeto acomplejado".
4) Influencias psicológicas sobre las propiedades eléctricas de la piel, que varía su resistencia eléctrica en relación a procesos emocionales.
5) El psicoterapeuta Alberto Arenales, a petición mía, aclara:
Jung utiliza el termino "constelar" en un sentido muy distinto del usado en las modernas constelaciones familiares. Freud ya utilizaba ese termino cuando por ejemplo escribe: "la extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas intervinientes, la plasticidad de todos los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen, por cierto, a una mecanización de la técnica." (Freud, 1913).
Puede entenderse el termino "constelación" como el conjunto de aspectos que configuran la psique o los procesos anímicos. Constelar efectivamente puede entenderse también como representar.
Jung añade en este mismo texto: La constelación es una operación automática, espontánea, involuntaria, de la que nadie puede defenderse. Los contenidos constelados responden a ciertos complejos que poseen su propia energía específica.
6) Kobolds en los pueblos germanos o Trasgos en España, son espíritus que se adueñan de la casa cuando el propietario no está.
7) El caso supuestamente real de posesión demoníaca de Anneliese Michel. "Poco tiempo después que se conocieron estos fatales eventos la película “The Exorcist” de William Friedkin se estrenó en los cines de Alemania, llevando una ola de histeria paranormal que infectó todo el país. Psiquiatras en toda Europa reportaron un incremento de ideas obsesivas en sus pacientes". Los presuntos exorcistas y los padres de la joven fueron "encontrados culpables de asesinato por negligencia y omitir dar primeros auxilios", ya que no se hicieron cargo del tratamiento médico que la chica necesitaba, aplicando en cambio practicas supersticiosas que habían empeorado la ya grave condición de Anneliese.
8) Los lares eran divinidades romanas que velaban por las intrusiones en la casa, por la integridad de sus dueños; los penates vigilaban el almacén, la despensa, las provisiones familiares.
9) Señores de rancio abolengo.
10) Al margen de la conciencia.