La muerte (XIII): El cementerio de mis sueños

Un artículo de Sergi Ferré Balagué sobre Tarot, escrito en Vigo (Galícia), septiembre del 2011.

Rosalía de Castro (1837-1885), poetisa gallega
"Una vez tuve un clavo
clavado en el corazón,
y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo
de oro, de hierro o de amor.
Sólo sé que me hizo un mal tan hondo,
que tanto me atormentó (...)
"Señor, que todo lo puedes
-pedile una vez a Dios-,
dame valor para arrancar de un golpe
clavo de tal condición."
Y diómelo Dios, arranquelo.
Pero... ¿quién pensara?... Después
ya no sentí más tormentos
ni supe qué era dolor;
supe sólo que no sé qué me faltaba
en donde el clavo faltó,
y tal vez... tal vez tuve soledades
de aquella pena... ¡Buen Dios! (...)"

Este artículo comienza con la traducción al castellano del poema "Unha vez tiven un cravo" de Rosalia de Castro, sobre una pasión (pasividad, pasivo, padecer, algo que te subyuga a pesar de ti) que se vuelve casi una necesidad para sentirse vivo. Esto nos hace pensar en la cercanía y mutua dependencia de la pulsión vida y muerte. De hecho si comparamos los arcanos de El Loco (impulso y deseo) y La Muerte observaremos fácilmente la similitud de su composición. Los dos están caminado, y mientras uno se ayuda de un bastón para avanzar por un camino que brota espontáneamente a su paso hacia un devenir incierto, la otra se sirve de la hoz para en cierta manera despejar esa ruta de todo lo que pudiera confundirla, pues ya arrastra un bagaje que no la deja continuar sin soltar lastre. La vida y la muerte. La vida que pide riesgos y experiencias, y la muerte que soporta sus consecuencias y las depura en un proceso silencioso, inmóvil, vacío...

Viñeta del humorista y escritor gallego Chumy Chúmez (1927-2003)
¡Cuánto horror nos produce la muerte y la soledad! Tanto que muchas veces caemos en falsos procesos de mortificación, cuando en realidad no atendemos a esta invitada indeseada sino que huimos de ella con la expectativa de que el dolor por si mismo nos da derecho a todo, y así nos convertimos en víctimas desheredadas de la vida que deberíamos haber vivido y del amor que deberíamos haber sentido. Pero en realidad cuando uno deja de "hacerse el muerto" y atiende el proceso con todo su rigor entiende que de lo que en verdad se trata es de despojarse de todas estas vestimentas de importancia personal y encontrarse con lo esencial en uno, lo estructural, que símbolicamente se representa con el esqueleto de la carta.

La Muerte del tarot Rider Waite
En el Tarot de Marsella (ver aquí la imagen) la inombrable (en la antigüedad se creía que si la nombrabas la invocabas, por eso este arcano no tiene nombre) está limpiando el camino de ilusiones y falsos ídolos, entre los que reconocemos al héroe de la carta El Carro. Este ambicionaba una vida de auto-realización en la cual lo único importante era conquistar y realizar sus propios objetivos, tan importantes en el primer septenario (= primera etapa de la vida y consolidación del ego). Estos se ponen en cuestión a la llegada de La Justicia (arcano VIII), cuando no sólo está en juego tu voluntad egóica sino la voluntad de la vida que se manifiesta en ti, que tiene un propósito más allá de tu satisfacción personal.
Esta sumisión a la vida se pone a prueba con La Muerte, que muestra aquí la humanidad en toda su pequeñez frente a la gran limitadora. No somos tan importantes, YO no soy tan importante, y a esto Jacinto Benavente dice:
"¿Qué viven esos que dicen quiero vivir mi vida? Una vida no puede ser singular nunca. La vida es un más que nuestra vida: es un poco la vida de todos."
Con lo cual aquí se plantea el tema de dar espacio a lo que hay aun a pesar de lo que te gustaría que hubiera. Esto es un proceso invariablemente doloroso, que te lleva del sacrificio de los propios deseos (carta anterior, El Colgado) a la reunión armónica y creativa de las dos voluntades, la personal y la impersonal (carta siguiente, La Templanza -El Arte para A. Crowley-).

La mort del Tarot de Salvador Dalí (1904-89)
Sobre como atender el proceso no hay recetas. Muchos autores han hablando sobre el proceso de duelo, aunque un referente importante sin duda es Elisabeth Kübler Ross, que reflexiona sobre la manera de afrontar la muerte con serenidad.
La muerte no es un castigo sino un proceso esencial en la vida. Sin vida no hay muerte, por eso hay quien prefiere vivir poco y tener menos que perder. Pero desde luego, sin muerte no hay vida, no hay impulso vital, no hay límites ni sentido. Desgraciadamente nuestra sociedad capitalista repudia toda forma de muerte. Los muertos no consumen y por supuesto no trabajan. Por eso existe una condena social hacia los procesos de mortificación, como la depresión. Existe la obligación moral de reponerte inmediatamente si caes en un estado de tristeza o melancolía ("¡Bah! No le des más importancia. Suéltate el pelo, sal con tus amigas -consume- y mira hacia adelante"), que no existe ante una convalecencia física, equiparable al de una máquina ("¿qué tiene, cuánto me va a costar y cuándo lo paso a buscar?"). Por lo tanto además de estar pasando un duelo te sientes culpable porque no estar "montádotelo bien".

La pasión de Jesús por Rei Zentolo
Cuando La Muerte aparece en tu vida pide que respetes y atiendas el duelo, el silencio, la quietud, la soledad... Si escuchas con humildad tiene mucho que decirte, por eso quizás sea un buen momento para iniciar una terapia. Dijo Jesucristo: "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Juan 8:32).

El proceso de vaciamiento del arcano XIII nos deja huecos y susceptibles a episodios apasionados en todas sus formas. Según Erich Fromm, en "El arte de amar", el voltaje de un amor apasionado es proporcional a la soledad que sus protagonistas experimentan internamente. Se trata de generar un golpe de efecto como paliativo del desencanto que se ha apoderado del ánimo. Esto puede llevar también a la búsqueda compulsiva de relaciones sexuales o sentimentales que a modo de electroshoks nos lleven a postergar una y otra vez el viaje por el Hades, una etapa de oscuridad imprescindible para entender el sentido profundo de la sencillez y la claridad (Véase el paso de La Luna -XVIII-, a El Sol -XVIIII-).

"La isla de los muertos" serie de cuadros de Arnold Böcklin (1827-1901)
En la imagen de la izquierda vemos a Caronte, el barquero de la mitología griega, cubierto con una sábana blanca dirigiendo a las almas al Hades. En cierta manera este viaje, esta muerte en vida, es harto necesaria en la vida de todos, y es la comprensión de este arcano lo que nos da la fortaleza interior para afrontar la noche oscura del alma, y el descenso del espíritu, que nos encontramos a la llegada de La Luna (XVIII). Por ejemplo, vemos en el tarot de Waite (tercera imagen de este artículo) como la muerte avanza en un caballo, tumbando a reyes y sacerdotes, hacia un horizonte que es la propia carta de La Luna tal como aparece diseñada en el mazo más adelante (Ver aquí la baraja completa).

© Sergi Ferré, 2011.

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