El símbolo del Colgado: Sacrificio y traición
Artículo de Alba Juanola, publicado originalmente por la Fundación C.G.Jung de España.
Si observamos la imagen que presenta esta carta, vemos a un personaje colgado del tobillo, cabeza abajo, en una especie de horca o patíbulo. Sus manos están atadas a su espalda. Su cabeza se adentra en las entrañas de la tierra.
Se encuentra pues sometido a una atadura, con un margen de movilidad reducido. No puede saltar sobre sus pies, ir adonde quiera ni hacer a su antojo.
Durante la Edad Media se colgaba de esta guisa a traidores, cobardes y caballeros desleales para apalearlos, lo cual era un castigo humillante, un signo de ignominia, de censura y de ridículo público.
A la costumbre de colgar a alguien por los pies se le llamaba antiguamente “desconcertar” (frustrar, confundir, desbaratar).
Trataremos de dibujar tres actitudes posibles, de la conciencia yoica, ante el contenido simbólico de esta imagen, que remite a la experiencia de frustración, límite y humillación.
En primer lugar hablaremos de la actitud del “mártir”.
Cuando el yo se siente frustrado en sus expectativas y capacidades, se vive como una víctima inocente, manipulada y sometida a poderes tiránicos del exterior.
El sentimiento interior es de impotencia y desvalimiento, pero la responsabilidad y la culpa están afuera. En la vida cotidiana, el individuo generalmente responsabiliza de ello a las personas de su entorno: amigos, parejas, hijos, jefes, compañeros de trabajo, etc. Ellos son los que desbaratan, frustran y confunden su ideal de yo.
El individuo siente que es el sujeto pasivo de la agresividad ajena, con lo cual atesora una gran carga de rabia y resentimiento inconsciente; los demás, al percibirla, a menudo responden de forma colérica. Al recibir esta carga agresiva, la perpetua víctima confirma su percepción y retroalimenta las fantasías compensatorias de venganza y dominio. En el fondo, este tipo de víctimas, se identifican con “los elegidos”, los limpios de culpa. Serán los demás, los tiranos corruptos, que merezcan ser castigados.
En segundo lugar podemos encontrar la actitud de la “víctima redentora”.
En este caso puede que el yo viva esta especie de esclavitud impuesta como un merecido castigo, fruto de una antigua culpabilidad y que por tanto busque y necesite ser redimido.
Se colocará entonces en el papel de la persona sacrificada, que se inmola por los demás, que soporta vejaciones y humillaciones, bajo el velo de la víctima redentora. Muy probablemente se apegará a otros seres humanos y, en aparente entrega tratará de secuestrarlos emocionalmente en un ejercicio de control y de poder, bien sea para redimirlos, bien sea para ser redimido. En el primer caso se identificará con el arquetipo del redentor y en el segundo, lo proyectará.
No pocas de las historias de amor que vivimos a diario se ajustan a este juego de identificaciones y proyecciones.
Historias que desembocan inevitablemente en una dinámica emocional de recriminaciones, extorsiones y culpabilizaciones que reflejan una carga de profundidad llena de frustración, rabia y resentimiento no reconocidos.
Otra modalidad de respuesta posible ante este símbolo, es la actitud del “héroe”.
Es decir, desde la vivencia y la certeza de que yo, mi voluntad, es la única fuerza motriz que genera mi destino, esta imagen de limitación, adversidad y freno, que muestra el colgado, puede ser asumida como un reto, como una prueba hercúlea que hay que vencer. Si uno es habitado por esta convicción, desarrollará un estricto control y exigencia sobre sí mismo, luchando a brazo partido, redoblando energías para conseguir doblegar la adversidad. El objetivo es ganar, salir victorioso de la empresa. El héroe no acepta el límite y esconde o niega su vulnerabilidad.
Si fracasa en el empeño no se lo perdonará, se menospreciará y maltratará de manera implacable.
Pero la demanda del alma cristalizada en la imagen del colgado tiene un propósito: humillar al Yo, desposeerlo de todo orgullo, frustrarlo en su anhelo y en su arrogancia, obligarlo a sentir el fracaso, a PARAR Y CALLAR. Debe escuchar otra ley que no es la propia y preguntarse la verdadera naturaleza de la atadura y del sacrificio que le reclama el colgado.
La vida está llena de compromisos y responsabilidades – ataduras y sacrificios -, de dependencias. Cada vez que nos comprometemos renunciamos a una parcela de libertad. Cuando uno asume un compromiso con algo que tiene que ver con él, que tiene sentido, no siente la frustración que supone la renuncia a lo otro.
Cuando uno entrega su energía a un propósito significativo se siente bien, sus-pendido y fluyendo. Solo entonces uno comprende que “no podía ser de otra manera”.
RELACIÓN DEL COLGADO CON EL SÍMBOLO DE CRISTO.
Podemos relacionar la imagen del Colgado con el símbolo de Cristo en la cruz. Ambas imágenes aluden a la crucifixión. Tanto la Cruz como el Árbol son símbolos antiguos de la materia.
Cristo es la encarnación o la manifestación, en una vestidura finita, temporal y mortal, de Dios que por esencia es infinito, intemporal, ilimitado e inmortal.
Sería el símbolo de cómo lo infinito deviene finito, entra en el tiempo, entra en la historia, entra en la humanidad y acepta el sufrimiento, la limitación y la muerte como redención o liberación.
Para que Dios se encarne necesita de una madre, María; una matriz a través de la cual nacer al mundo, manifestarse. María es pues el símbolo de la materia.
El nacimiento de Cristo es el momento en el que Dios o lo absoluto asume la materia como una condición de redención. No puede haber redención o liberación sin la capacidad de asumir los límites materiales, espaciales y temporales.
Cristo asume su propia cruz, muere crucificado aceptando al fin la Voluntad divina. Si bien expresó su resistencia al decir: “aparta de mi este cáliz”, finalmente concluye: “en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Asumir la propia cruz significa encarnarse aquí y ahora y soltar las fantasías del mañana o el miedo del ayer; ambas son maneras de volverse irreal, fantasmal, un ser ilusorio. Asumir la propia cruz requiere tener la honestidad de ser el que se es.
Podemos mentir, escondernos o negarnos a nosotros mismos para quedar bien, ser aceptados o evitar el rechazo. Esto se transforma en una traición cotidiana, en un sacrificio a falsos dioses. (También Judas negó a Cristo y lo traicionó por un puñado de monedas; luego se colgó).
Sacrificar significa “hacer sagrado”, es decir que aparece el deber de consagrarse a un cumplimiento. Este cumplimiento o atadura es configurada por el alma, no por el yo. Expresa nuestra verdadera naturaleza y el deber del yo es responsabilizarse de ella, reconocerla, comprenderla y no inventarla. En definitiva se trata de dejar de intentar ser de una determinada manera y DEJARSE SER.
Es justamente en situaciones de dolor, limitación y freno cuando mejor ocasión tenemos de experimentar quiénes somos. Al hacernos humildes desaparece la inflación yoica y posibilitamos el despertar al verdadero sentido, asumiendo todas las limitaciones.
Se trata de comprender para colocarse en otra posición, en disposición de acoger. Atados a nuestras raíces celestes y no adheridos a las terrestres. Yo "pendo de...". Las raíces no están en el suelo, en la materia, el apoyo no está abajo y el Colgado lo sabe. Las raíces están en lo invisible, en lo anímico y el cumplimiento está abajo.
Aparentemente se trata de una inversión del orden usual del mundo yoico . Es una inversión de la voluntad, es un no-yo. El Colgado nos reclama una entrega o sacrificio de la voluntad yoica a la realidad del alma. Se trata, a fin de cuentas, de la derrota del yo heroico.
Con la aceptación de esta derrota aparece la libertad, no de ser lo que uno quiera sino de ser plenamente el que se es.
En la falta de responsabilidad, en el apego eterno a la madre y al mito del Paraíso Terrenal, hay un miedo a la separatividad, a tener que asumir limitaciones, a sufrir, a sentir la soledad. De ahí el símbolo del eterno niño (puer aeternus), que no puede soportar las limitaciones y en su anhelo de infinitud y de ser contenido y abarcado se pende (de-pende) de cualquier cosa menos de sí mismo.
Finalmente quisiera citar, a modo de síntesis, una frase de Sally Nichols referente a la carta del Colgado:
“Sólo consintiendo y aceptando esta “crucifixión” el hombre se reconecta con los dioses y coopera con su destino, en este sentido lo escoge y al escogerlo se libera de él, entrando en la infinita libertad de ser quien es”.
Alba Juanola
“El carácter (ethos) es, para los hombres, su destino (daimon)”.
Heráclito de Efeso.
Tarot de Marsella |
Se encuentra pues sometido a una atadura, con un margen de movilidad reducido. No puede saltar sobre sus pies, ir adonde quiera ni hacer a su antojo.
Durante la Edad Media se colgaba de esta guisa a traidores, cobardes y caballeros desleales para apalearlos, lo cual era un castigo humillante, un signo de ignominia, de censura y de ridículo público.
A la costumbre de colgar a alguien por los pies se le llamaba antiguamente “desconcertar” (frustrar, confundir, desbaratar).
Trataremos de dibujar tres actitudes posibles, de la conciencia yoica, ante el contenido simbólico de esta imagen, que remite a la experiencia de frustración, límite y humillación.
En primer lugar hablaremos de la actitud del “mártir”.
Tarot Rider Waite |
El sentimiento interior es de impotencia y desvalimiento, pero la responsabilidad y la culpa están afuera. En la vida cotidiana, el individuo generalmente responsabiliza de ello a las personas de su entorno: amigos, parejas, hijos, jefes, compañeros de trabajo, etc. Ellos son los que desbaratan, frustran y confunden su ideal de yo.
El individuo siente que es el sujeto pasivo de la agresividad ajena, con lo cual atesora una gran carga de rabia y resentimiento inconsciente; los demás, al percibirla, a menudo responden de forma colérica. Al recibir esta carga agresiva, la perpetua víctima confirma su percepción y retroalimenta las fantasías compensatorias de venganza y dominio. En el fondo, este tipo de víctimas, se identifican con “los elegidos”, los limpios de culpa. Serán los demás, los tiranos corruptos, que merezcan ser castigados.
En segundo lugar podemos encontrar la actitud de la “víctima redentora”.
Tarot Aleister Crowley |
Se colocará entonces en el papel de la persona sacrificada, que se inmola por los demás, que soporta vejaciones y humillaciones, bajo el velo de la víctima redentora. Muy probablemente se apegará a otros seres humanos y, en aparente entrega tratará de secuestrarlos emocionalmente en un ejercicio de control y de poder, bien sea para redimirlos, bien sea para ser redimido. En el primer caso se identificará con el arquetipo del redentor y en el segundo, lo proyectará.
No pocas de las historias de amor que vivimos a diario se ajustan a este juego de identificaciones y proyecciones.
Historias que desembocan inevitablemente en una dinámica emocional de recriminaciones, extorsiones y culpabilizaciones que reflejan una carga de profundidad llena de frustración, rabia y resentimiento no reconocidos.
CamoinJodorowsy |
Si fracasa en el empeño no se lo perdonará, se menospreciará y maltratará de manera implacable.
Pero la demanda del alma cristalizada en la imagen del colgado tiene un propósito: humillar al Yo, desposeerlo de todo orgullo, frustrarlo en su anhelo y en su arrogancia, obligarlo a sentir el fracaso, a PARAR Y CALLAR. Debe escuchar otra ley que no es la propia y preguntarse la verdadera naturaleza de la atadura y del sacrificio que le reclama el colgado.
La vida está llena de compromisos y responsabilidades – ataduras y sacrificios -, de dependencias. Cada vez que nos comprometemos renunciamos a una parcela de libertad. Cuando uno asume un compromiso con algo que tiene que ver con él, que tiene sentido, no siente la frustración que supone la renuncia a lo otro.
Cuando uno entrega su energía a un propósito significativo se siente bien, sus-pendido y fluyendo. Solo entonces uno comprende que “no podía ser de otra manera”.
RELACIÓN DEL COLGADO CON EL SÍMBOLO DE CRISTO.
"Cristo en la cruz" de Murillo |
Cristo es la encarnación o la manifestación, en una vestidura finita, temporal y mortal, de Dios que por esencia es infinito, intemporal, ilimitado e inmortal.
Sería el símbolo de cómo lo infinito deviene finito, entra en el tiempo, entra en la historia, entra en la humanidad y acepta el sufrimiento, la limitación y la muerte como redención o liberación.
Para que Dios se encarne necesita de una madre, María; una matriz a través de la cual nacer al mundo, manifestarse. María es pues el símbolo de la materia.
El nacimiento de Cristo es el momento en el que Dios o lo absoluto asume la materia como una condición de redención. No puede haber redención o liberación sin la capacidad de asumir los límites materiales, espaciales y temporales.
Cristo asume su propia cruz, muere crucificado aceptando al fin la Voluntad divina. Si bien expresó su resistencia al decir: “aparta de mi este cáliz”, finalmente concluye: “en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Asumir la propia cruz significa encarnarse aquí y ahora y soltar las fantasías del mañana o el miedo del ayer; ambas son maneras de volverse irreal, fantasmal, un ser ilusorio. Asumir la propia cruz requiere tener la honestidad de ser el que se es.
"Judas Colgándose" J. Tissot |
Sacrificar significa “hacer sagrado”, es decir que aparece el deber de consagrarse a un cumplimiento. Este cumplimiento o atadura es configurada por el alma, no por el yo. Expresa nuestra verdadera naturaleza y el deber del yo es responsabilizarse de ella, reconocerla, comprenderla y no inventarla. En definitiva se trata de dejar de intentar ser de una determinada manera y DEJARSE SER.
Es justamente en situaciones de dolor, limitación y freno cuando mejor ocasión tenemos de experimentar quiénes somos. Al hacernos humildes desaparece la inflación yoica y posibilitamos el despertar al verdadero sentido, asumiendo todas las limitaciones.
Se trata de comprender para colocarse en otra posición, en disposición de acoger. Atados a nuestras raíces celestes y no adheridos a las terrestres. Yo "pendo de...". Las raíces no están en el suelo, en la materia, el apoyo no está abajo y el Colgado lo sabe. Las raíces están en lo invisible, en lo anímico y el cumplimiento está abajo.
Aparentemente se trata de una inversión del orden usual del mundo yoico . Es una inversión de la voluntad, es un no-yo. El Colgado nos reclama una entrega o sacrificio de la voluntad yoica a la realidad del alma. Se trata, a fin de cuentas, de la derrota del yo heroico.
Con la aceptación de esta derrota aparece la libertad, no de ser lo que uno quiera sino de ser plenamente el que se es.
Visconti Sforza |
Finalmente quisiera citar, a modo de síntesis, una frase de Sally Nichols referente a la carta del Colgado:
“Sólo consintiendo y aceptando esta “crucifixión” el hombre se reconecta con los dioses y coopera con su destino, en este sentido lo escoge y al escogerlo se libera de él, entrando en la infinita libertad de ser quien es”.
Alba Juanola