Ella es una bruja y él un maricón (segunda parte)

Segunda parte del resumen, crítica y comentarios del libro de Barbara Ehrenreich y Deirdre English: "Brujas, comadronas y enfermeras. Historia de las sanadoras" (1973). Un artículo de Sergi Ferré Balagué.

<<< Ver la primera parte

9. Vagina (no igual) intelecto.
Foto del libro "Sex" de Madonna y S. Meisel
En su discurso inaugural ante la asamblea general de la Asociación Americana de Medicina en 1871, el doctor Alfred Stille declaro:
"Algunas mujeres intentan competir con los hombres en los deportes masculinos, y las más decididas los imitan en todo incluso en el vestir. De este modo pueden llegar a suscitar una cierta admiración, la misma que inspiran todos los freaks (fenómenos monstruosos), en particular cuando se proponen emular modelos mas elevados que los suyos."
Había libros de texto como aquel famoso manual de obstetricia, publicado en 1848, que afirmaba:
"La mujer tiene la cabeza casi demasiado pequeña para el intelecto, pero de las dimensiones precisas para el amor."
Circulaban respetables teorías ginecológicas acerca de los efectos dañinos de la actividad intelectual sobre los órganos reproductores de la mujer.

10. La traición de la clase media.

Mujeres atendiendo enfermos en el siglo XIX
"Vista esta situación, nos parece todavía más desconcertante, y más lamentable, que lo que podríamos denominar "Movimiento Popular para la Salud de la Mujer" comenzara a separarse a finales del siglo XIX del Movimiento Popular para la Salud (sector obrero), dentro del cual había surgido, e intentara adquirir respetabilidad.
Algunas escuelas de medicina femeninas expulsaron del cuerpo docente a los miembros de las sectas "irregulares".
Doctoras eminentes, como Elizabeth Blackwell, unieron sus voces a las de los varones "regulares" para exigir que se pusiera fin al libre ejercicio de la obstetricia y se exigieron "estudios médicos completos" a todos los que quisieran practicarla. Y todo esto en una época en que los "regulares" aún tenían poca o ninguna ventaja "científica" sobre los médicos de las sectas o los sanadores profanos.
La explicación se encuentra tal vez en el hecho de que las mujeres que entonces tenían interés en seguir estudios regulares de medicina pertenecían a la clase media y debía resultarles más fácil identificarse con los médicos "regulares" de su misma clase que con las sanadoras de origen social más bajo y con los grupos de médicos de las sectas (a los que anteriormente se solía identificar con los movimientos radicales).

El cambio de orientación probablemente se vio facilitado por el hecho de que, en las ciudades, las sanadoras no tituladas tendían a ser cada vez más a menudo mujeres inmigradas."


11. El triunfo de los "profesionales".
Los médicos "regulares" al principio estaban muy desorganizados, los conocimientos de los médicos "irregulares" y sanadores les superaban con creces. De echo los cursos que seguían para convertirse en doctores podían durar de pocos meses a un año.
Pero hubo una intervención crucial de terceros que les aventajo definitivamente sobre sus competidores. La cuestión era que para hacerse con el monopolio sin interferencias sobre esta actividad debían adquirir un estatus de profesionalidad. Y ¿cómo puede llegar a adquirir un grupo concreto un estatus profesional con todas las prerogativas? Como dice el sociólogo Elliot Freidson:

"Una profesión obtiene y mantiene su posición gracias a la protección y al patrocinio de algunos sectores privilegiados de la sociedad que han llegado a convencerse de que su trabajo ofrece algún interés especial."
En otras palabras, las profesiones son una emanación de la clase dominante. Para llegar a serla profesión medica, los médicos "regulares" necesitaban, ante todo, el apoyo de la clase dominante.
La universidad de medicina Johns Hopkins en la actualidad
Así que los filántropos adinerados de la ciudad los subvencionaron para que se fueran a estudiar a Europa, en especial Alemania, que habían desarollado la teoría microbiana de las enfermedades.
En 1893, estos médicos formaron la primera facultad de medicina según los esquemas alemanes, la Johns Hopkins Medical School.
En lo relacionado al plan de estudios, la gran innovación de la Hopkins fue aunar el trabajo de laboratorio, fundamento de la ciencia medica europea, con una mayor practica hospitalaria.
Otras reformas fueron la contratación de profesorado con plena dedicación, el énfasis en la investigación y la estrecha vinculación de la facultad de medicina a una verdadera universidad.
La Johns Hopkins Medical School introdujo también el moderno modelo de carrera de medicina (cuatro cursos de estudios de medicina, precedidos de otros cuatro de estudios superiores), lo cual evidentemente cerraba el acceso a los estudios de medicina a la mayoría de las personas de clase obrera que no dispusiera de medios económicos.

Obreros americanos almorzando en lo alto de un rascacielos
Mientas tanto, los Estados Unidos empezaban a convertirse en la primera potencia industrial del mundo. Las fortunas amasadas gracias al petróleo, el carbón y la ininterrumpida explotación de la clase obrera estadounidense se transformaron en grandes imperios financieros.
Por primera vez en al historia de la nación, hubo una concentración suficiente de riquezas en manos de las grandes sociedades anónimas para que estas pudieran desarrollar una actividad filantrópica masiva y organizada, es decir, para permitir la intervención de la clase dominante en la vida social, cultural y política del país.
Como instrumentos inalterables de esta intervención se crearon las fundaciones, y uno de los primeros y más importantes puntos de su agenda era la "reforma médica", la creación de una profesión médica respetable y científica en los Estados Unidos.


Abraham Flexner (1866-1959)
Para difundir estas normas la Carnegie Corporación designó a uno de sus miembros, Abraham Flexner, quien emprendió una larga gira por todas las escuelas médicas del país, desde Harvard hasta las escuelas comerciales de menor categoría.
Redactó un informe según el cual los centros que no se adaptaran al modelo de la Johns Hopkins Medical School tenían los días contados. Era renovarse o cerrar. Él era quien decidía los centros que iban a recibir el dinero de las subvenciones y poder ponerse al día, y por supuesto no lo iba a ceder a los centros e instituciones más humildes, sino a las que ya manejaban recursos y eran dirigidas por hombres importantes. De esta manera se le dio con la puerta en las narices a los negros, a la mayoría de las mujeres y a los hombres blancos pobres.
En su informe, Flexner se quejaba de que "cualquier rudo o oficinista decepcionado" pudiera seguir estudios de medicina. La medicina se había convertido en una ocupación reservada para los varones blancos de clase media-alta, que además cobraban elevados salarios por sus servicios.
Pero era más que una ocupación. Por fin había llegado a ser una profesión. Más exactamente, un grupo concreto de sanadores o curanderos, los médicos "regulares", se habían convertido en la profesión médica y no debían su victoria a ningún merito propio, sino a la intervención de terceros que habían puesto el dinero para que así fuera.
El médico "regular" corriente no empezó a dominar súbitamente la ciencia médica con la publicación del informe de Flexner, pero en cambio éste le confirió el halo místico de la ciencia.
Los obstetras lanzaron finalmente su ataque contra las parteras en nombre de la ciencia y de las reformas, ridiculizándolas, tratándolas de "incurablemente sucias, ignorantes e incompetentes."

12. La dama de la linterna.

Florence Nightingale (1820-1910) cuidando de los enfermos
Pero los médicos necesitaban que las mujeres les ayudaran, por supuesto no iban a hacer ellos el trabajo sucio. Así que las mujeres de ser las que habían estado siempre en la cabecera de los enfermos pasaron a ser las que sostenían la linterna buscando caídos o alumbrando mientras el médico hacía el reconocimiento. Por eso a una enfermera se la conocía en primer lugar como "la dama de la linterna".
Hubo una serie de mujeres burguesas que acatando los dictámenes sexistas alistaron todo un séquito de mujeres que querían seguir atendiendo enfermos y las formaron en la tarea exclusiva de ser las autómatas del médico hombre.
Estas adineradas señoras eran a veces las más machistas. Veamos el ejemplo de Florence Nightingale, que cuando un grupo de enfermeras inglesas propuso la creación de un cuerpo profesional, con exámenes y un título a semejanza de la profesión médica, replicó: "Las enfermeras no pueden ser sometidas a exámenes ni se les puede exigir títulos, como tampoco es posible exigírselos a las madres". Si bien para Nightingale las mujeres eran enfermeras pro instinto, el mismo instinto, en cambio, no les permitía ser médicos. También comentó acerca de las pocas mujeres médicas de su época: "Sólo han intentado ser hombres y únicamente han conseguido llegar a ser hombres de tercera categoría."
En esa línea seguía un historiador casi un siglo después diciendo: "La mujer es enfermera por instinto y recibe su instrucción de la Madre Naturaleza."(3)

Un médico dando órdenes a las enfermeras
El movimiento de las mujeres abandonó su primitiva insistencia en la necesidad de abrir todas las profesiones a las mujeres, que pasaron a ser las "machacas" de los médicos hombres, que se dedicaban únicamente a prescribir.
En cambio las antiguas sanadoras y sanadores de otros tiempos cumplían ambas funciones y eran apreciados por las dos. Las parteras, por ejemplo, no se limitaban a asistir al parto, sino que permanecían en la casa hasta que la madre estaba en condiciones de volver a atender a sus hijos.
Pero con la nueva regulación todo el mérito de la curación del paciente correspondía a los médicos y a su técnica, pues sólo ellos compartían el aura de la Ciencia. Las tareas de la enfermera, la mayoría de las veces, apenas se diferenciaban de las de una sirvienta. No tenía poder, no tenia magia y no podía solicitar ningún mérito.
El papel de las enfermeras y parteras sólo es, en el mejor de los casos, una huida de la realidad sexista del sistema sanitario.

13. Exclusión y subordinación de las mujeres en el sistema sanitario.

Panfleto contra el sufragio femenino (4)
Nuestro enemigo no son simplemente "los hombres" o su machismo individual, sino todo el sistema clasista que facilitó a los varones de clase acomodada recluirnos en un lugar sumiso y manejable. El sexismo institucionalizado se apoyó en el sistema de clases que sustenta el poder masculino.
La exclusión de las mujeres de las tareas de sanación no tiene ninguna justificación históricamente coherente.
Las brujas fueron acusadas de pragmáticas, empíricas e inmorales. Pero en el siglo XIX se invirtió la retórica, y las mujeres pasaron a ser demasiado acientíficas, delicadas y sentimentales.
Los estereotipos han ido variando según las convenciones masculinas; pero nosotras no hemos cambiado y ningún aspecto de nuestra "naturaleza femenina innata" justifica nuestra presenta subordinación.
Los hombres han mantenido su poder dentro del sistema sanitario a través del monopolio de los conocimientos científicos. Nos deslumbran con la ciencia y nos enseñan a creer que está irremisiblemente fuera de nuestro alcance. Frustradas, a veces sentimos la tentación de rechazar la ciencia, en vez de desafiar a los hombres que la monopolizan. Pero la ciencia médica podría ser una fuerza liberadora, capaz de darnos un auténtico control sobre nuestros cuerpos y poder en nuestras vidas de trabajadoras de la sanidad.
Actualmente nuestro objetivo no debería ser nunca conseguir el acceso de las mujeres a la profesión médica exclusivista, sino hacer accesible la medicina a todas las mujeres.


14. Conclusión.

Hasta aquí el resumen del libro. Solo añadir un párrafo más para comentarlo:

"(...)Tendemos a limitar nuestras criticas a la organización de la asistencia médica, casi como si considerásemos intocable el substrato científico de la medicina. Pero también deberíamos empezar a desarrollar una crítica general de la "ciencia" médica(...)"
Interesante este llamado subversivo que habla de no permitir que las ideas se impongan por la fuerza sino que invita a razonarlas, a entenderlas y a discutirlas, responsabilizándonos del mundo en que vivimos.
Adoptar una actitud pasiva frente a nuestro tiempo nos convierte invariablemente en víctimas. Si hacemos caso sumiso a todo lo que la ciencia ha decretado entonces tendremos que creer a Hipócrates (el padre de la medicina), que definió a las mujeres como perpetuas enfermas, o a la Organización Mundial de la Salud que hasta 1990 consideraba la homosexualidad como una enfermedad. Está claro que actualmente necesitamos de la ciencia para que diseñe medicamentos o nos extirpe un tumor, pero no debemos darle el poder moral para dictaminar sobre quién está enfermo y quién puede considerarse sano, no por encima de la voz del propio "enfermo". La ideología científica es otro instrumento potencial de dominación. Esta afirmación queda latente en otro artículo de B. Ehrenreich y D. English llamado "Dolencias y trastornos. Política sexual de la enfermedad", del que extraigo esta frase:
¿Cuantas veces hemos ido al médico sintiéndonos enfermas y hemos salido de allí creyéndonos locas?
¿Quién decide sobre nuestra integridad, nuestra cordura, nuestra valía, incluso sobre como nos vemos ante el espejo? Sino ocupamos este espacio otros lo hacen por nosotros y desde ahí nos manejan que da gusto.
Por otro lado nunca existirá una auténtica democracia si basamos ésta en sus integrantes más privilegiados y no en los menos favorecidos, sean cuales sean estos integrantes menos favorecidos. Es un tema espinoso cuando un grupo que lucha contra la discriminación cierra su circulo de acción a combatir exclusivamente la discriminación de su propio grupo. Poco van a sacar las mujeres, los gays, los pobres, los enfermos mentales, etc, si su discurso se limita exclusivamente a obtener privilegios ellos ¿Es que no hemos aprendido nada? Muchas veces lo que debieran ser escuelas de solidaridad se convierten en todo lo contrario. Es a lo que apuntaba el párrafo mencionado al inicio de este apartado, no se trata de obtener beneficios puntuales sino encararse a los mitos que generan esta segregación.

Fin del artículo

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Notas:
(3) Citado por Victor Robinson en el libro "Cofias blancas. La historia de las enfermeras".
(4) El cartel aconseja votar en contra del sufragio femenino, ya que según explica duplicaría el voto irresponsable y resultaría una amenaza para el hogar, el empleo de los hombres, y para todos los negocios.

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